A inicios de Abril de 1959, hace 64 años atrás, un grupo de jóvenes pertenecientes al Movimiento de Acción Revolucionaria se alzó en armas en cerro Tute, cordillera del Tabasará, jurisdicción de la provincia de Veraguas. El grupo estaba conformado por: Oscar Navarro, César Jaramillo, Jaime Padilla Béliz, Eduardo Santos Blanco, Samuel Gutiérrez, Campos Labrador, Márquez Briceño, Luis Chandeck, Rodolfo Murgas, Rodrigo y Polidoro Pinzón, Rubén Urieta, Aurelio Ali Bonilla, César Manfredo y Eliseo Álvarez. Como antecedente de ese Alzamiento, estuvo la masacre a estudiantes un año antes (mayo de 1958), con un saldo de seis muertos y una veintena de herido, cuando el Gobierno del presidente Ernesto De La Guardia hijo, reprimió una manifestación pacífica que pedía una mejor educación. Este gobierno se caracterizaba por un gran descuido de los sectores populares, el derroche de los fondos públicos, etc. Por otro lado, el triunfo en Cuba del Movimiento del 26 de Julio, mediante una guerra de guerrillas a partir de las montañas de la Sierra Maestra, entusiasmó a estos jóvenes.
Por: Rodolfo Murgas Torrazza.
David, 29 de junio de 1959
Señor
Polidoro Pinzón
Santiago de Chile
Hermano de Lucha:
Acabo de recibir una carta tuya, después de haberte enviado una, en la que te manifestaba si habías recibido la primera que te envié.Me pides en tu significativo mensaje, que te de los pormenores de lo ocurrido en la batalla en que perecieron tu hermano y Eduardo Blanco. Me será difícil comprobarte el relato, ya que casi todos, de una manera u otra contribuyeron a dejar solos a esos valientes que se debatieron hasta la muerte con la patria en el gatillo y el pensamiento en sus queridísimos amigos que los abandonaron. Sin embargo, por un deber de hermano y por hacer honor a la verdad, yo te contaré exactamente, los sucesos del Tute.
El Guerrillero Rodolfo Murgas Torrazza capturado por efectivos de la Guardia Nacional al mando del Capitán Omar Torrijos. Cerro Tute. Abril de 1959.
Al ser preguntado por la prensa nacional si se arrepentía de haberse unido a los insurgentes, de manera firme, luego de mirar hacia y señalar la montaña, contestó:
“De buena gana estaría allá con mis compañeros”.
Comenzaré por la segunda noche de la expedición. Estábamos acampados en un rancho maltrecho, indicado como buen sitio para pasar una noche, por tus primitas del Cuay que se tomaron la molestia de llevarnos hasta allá. Después de haber comido algunas galletas de soda y sardinas, nos dispusimos a sesionar para nombrar a los jefes del movimiento. Álvaro fue designado como director de debates. Las candidaturas principales fueron las de Rodrigo y Gutiérrez. La de Rodrigo la lancé inicialmente yo y la de Gutiérrez, Elíseo Álvarez. Yo defendí hasta el acaloramiento la de tu hermano, aduciendo que era veragüense y por tanto con más capacidad de arrastre en la provincia que Samuel, al cual le manifesté que jamás había oído hablar de él. Enseguida Álvaro me manifestó que éste había sido un duro combatiente contra Remón y que quizá por mi incipiente vida de estudiante revolucionario y mi corta edad, no había tenido oportunidad de conocer su buena trayectoria. Elíseo alegó que para el aspecto internacional, era buena la jefatura de Samuel. La discusión fue abolida y se pasó inmediatamente a la elección. Ganó Samuel. En seguida se propuso a nombrar otros comandantes. Se nombró a Rodrigo comandante guerrillero y a Valero, Padilla y Isaías de comandantes también. Amaneció, mataron, descuartizaron y cocinaron un ternero. Luego nos metimos en un brazo de montaña del cerro banquillo. Se detuvo un cholo que andaba en actitud sospechosa, recuerdo que Rodrigo se entendió con él y creo que quedó en traerle un mensaje imaginario y fatal de parte de un tío o tía.
Enseguida nos metimos más arriba del cerro Banquillo, dormimos y como a las cinco de la mañana nos echamos un poquito más arriba, porque en la parte en que estábamos, corría mucho viento. Cuando comencé a coger el sueño, veo a Rodrigo y a Eduardo anunciando que iban a bajar. Así lo hicieron y como a los cinco minutos de haber partido, oímos disparos inesperados. Me pareció que dos de nuestros compañeros y cuyos nombres no recuerdo, trataron como de salir huyendo y que Samuel y Valero les indicaron que se quedaran quietos. El grupo dijo que iba a bajar. Yo me quedé con Beto Villar, un tal Benítez y Urieta sin caminar, porque no teníamos armas. Luego me doy cuenta que Benítez tenía una escopeta y que a pesar de tenerla no quería bajar. Yo se la quité y comencé a bajar para unirme a los demás, los cuales creía yo que estaban bajando. Y me encuentro al chino Isaías que se les había impuesto de huevo a huevo a Samuel, Padilla y Valero, para que no bajaran. Yo les dije a Valero que porque no bajaban y el trató de convencer a los comandantes de que bajaran. Pero estos se negaron nuevamente. Recuerdo que Álvaro estaba callado y Manfredo también: Le pido la escuadra a Álvaro para bajar a inspeccionar y ver si podía socorrer a los heridos y traer informaciones sobre la posición de la guardia y atacar. Nuevamente se opuso el chino, aduciendo que si me agarraban yo iba a denunciar donde estaban y que, si me agarraban, se iba a perder un arma (“Que Argumento”). Al rato oigo al loco de Benítez, que se había quedado más arriba, llamándome a gritos. No sé si era de miedo o que. Cuando regresamos Urieta había desaparecido y Beto también. Solo estaba el Loco.
Después de estos sucesos, los comandantes, sólo pensaban en deponer las armas e irse al exilio. Me acusaron de infantilismo, porque les recriminaba esto.
Como a los tres o cuatro días del combate estábamos acampados en las proximidades de los llanos del Cuay; sin darnos cuentas estábamos como a 600 metros del cuartel. A todo esto, no sabíamos a ciencia cierta si Rodrigo y Blanco habían perecido. En esos momentos yo les insistía en que debíamos seguir la lucha y no retirarnos como esa tarde proyectaban. Unas horas antes el chino había tenido una discusión conmigo. Pensé abrirle fuego, pero me arrepentí, ya que era mejor matar un guardia que un compañero. Y por eso como un loco me fui a tratar de hacer disparos para atraer a la guardia y combatir. Pero Valero me detuvo y me dijo que yo iba a ser el responsable de la muerte de todos. Por esa razón me detuve.
Es bueno hacerte notar, que aun los que se encuentran en el exterior, no saben que las dos casas que se veían desde donde estábamos acampados, una era del corregidor y la otra (una galera) era el cuartel general.
Ellos estaban esperando que anocheciera para huir abandonando las armas en ese mismo lugar. Yo cansado de andar con ellos y con deseos de saber si Rodrigo y Blanco andaban vivos y ver si podía comunicarme contigo para pelear a tu lado, ya que estos no deberían hacerlo, los abandoné (¿Una deserción?) y me fui a la casa que se veía desde lejos. La puerta estaba cerrada y la forcé para entrar. Al encontrar abundante comida comencé a hacerles señas para que vinieran ya que teníamos varios días que no comíamos y en especial Yo. No sabía yo que la galera que se encontraba cerca y que veía era el cuartel general del Cuay. Acepto que si ellos suben, o los hubieran capturados o los hubieran matado. Como a las dos horas de estar ahí y de haber comenzado a cocinar, la guardia me rodeó. Al mando del sub-teniente Guerrero, un grupo de guardias me comunicaron que saliera con las manos en alto. Era de noche. No me explico porque no me mataron, cuando a Girón y a Mingo los mataron en pleno día.
Los guardias me dijeron que había nacido ese día. Quizá no me mataron, porque había desarrollado una Fe absoluta de que no podían hacerlo.
Me extrañó sobremanera el no sentir miedo en esos momentos, si recuerdo que el primer día que tú me hablaste, yo estaba temblando al ir escuchando los planes del movimiento.
En el resto de los acontecimientos, sin modestia te lo digo, me porté como se portan los hombres.
Esta es exactamente la verdad y solo la verdad, de lo que ocurrió en el majestuoso Tute y en su secretario, el Banquillo. Enséñales a ellos esta copia, y que juren por la Patria, por su Madre y por su honor, al determinar la autenticidad o falsedad de la misma. Urieta no te podrá informar mucho, porque él desapareció en el combate, a lo mejor porque no tenía arma, como no la tenía yo.
Te pido que me relates, el porqué no pudiste unirte a nosotros, como murieron Girón y Mingo, la versión de mis compañeros y que me des algunos contactos del movimiento porque he organizado un núcleo revolucionario que quiere actuar lo más pronto posible.
Patrióticamente,
Fulo, el amigo eterno y sincero.