Por: José Dídimo Escobar Samaniego
La descomposición política que se vivía, era inédita en la república, pero muchas veces menor que la que vivimos ahora, solo que, los valores y principios de aquella sociedad, jalonada por el nacionalismo que creció desde las jornadas libertarias y nacionalistas de enero de 1964, encontraba no como ahora, una creciente cohonestación con la corrupción, sino un amplio rechazo a todos los desmanes, propios de la oligarquía, porque se tenía en alta estima la integridad y el patriotismo.
Como lo he escrito en otras ocasiones, el régimen aquel, se caía solo, porque aquel gobierno no interpretaba en lo más mínimo, las aspiraciones profundas y sentidas del pueblo panameño, de modo que, no se podía tumbar lo que ya estaba en el suelo.
La mentada democracia existía en aquel entonces, solo como un amplio y profundo sofisma. Como un maquillaje grotesco donde el sol de la verdad, hacía recorrer el rímel por todo el rostro de nuestra triste imagen nacional.
Es verdad también que, la primera fase de aquel golpe no tenía una dirección clara y su fisonomía no era distinta de otros golpes que Estados Unidos patrocinó en el continente. Hizo falta la conspiración de 15 y 16 de diciembre de 1969, para que Torrijos madurara un contenido ampliamente nacionalista y popular a lo que luego se llamó el Proceso Revolucionario que terminó transformando profundamente al país y dignificando a los panameños.
Hoy, no es distinta la circunstancia de 1968. La corrupción, inmensa, macabra y cruel, de y desde casi todos los partidos políticos, cooptados por el poder fáctico y el resto de todas las instituciones, nos tiene postrados y peor aún, porque no hay Torrijos, y los que se llaman torrijistas, muchos de ellos, se les olvidó sus enseñanzas e hicieron nupcias con la oligarquía mezquina que, lo denostó siempre y nunca lo reconocerá porque él, se matrimonio con el pueblo y, con los más humildes que desde Victoriano Lorenzo, a principios del siglo pasado, nunca encontraron a un líder nacional que velara por su dignidad.
El golpe de la pandemia, no vino, sino a exponer nuestras partes pudendas y solo la Esperanza y la Fe en que nuestro Señor nos nos dejará abandonados, y que aún podemos enderezar los caminos torcidos que transitamos, para que por medio del arrepentimiento, podamos alcanzar misericordia, hacen que aún insistamos en caminar procurando abandonar esta noche oscura y que pronto encontremos la luz del día.
¡Así de sencilla es la cosa!
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