Por Gonzalo Delgado Quintero
Judas Iscariote, sigue siendo el emblema supremo de la traición, así como Adolf Hitler es visto como el tirano más cruel de la historia. Cierto o no, eso está sembrado así, muy profundo en el colectivo social de la humanidad entera.
Jesús fue traicionado. Este es un acontecimiento impactante en la historia del cristianismo, algo que no va a cambiar en la conciencia colectiva occidental, al menos acá. Pero acaso, los traidores, según se observa con Judas Iscariote, no son predestinados. Esta es una pregunta válida, partiendo del hecho de que la inmensa mayoría de los seres humanos creen en Dios y, por tanto; acaso, no existe algo de justificación sobre quienes actúan como lo hizo el discípulo que con un beso en la mejilla vendió a su maestro a cambio de 30 monedas de plata. Antes en el Viejo Testamento de nuestra Biblia está la traición de Caín contra Abel.
Otras muchas traiciones han existido a lo largo de la historia. Marco Junio Bruto, cuasi hijo, participó en el asesinato del emperador Julio César en el año 44 a.C. Dalila mujer filistea que aparece en la Biblia en el libro de los Jueces, se le conoce por traicionar a Sansón, un hombre con una fuerza descomunal.
De la conquista europea en América hay muchos ejemplos, Francisco Pizarro traicionó al emperador inca Atahualpa durante la conquista española. Hernán Cortez hizo lo propio con Montezuma, cuando en 1521, este español, al mando de un reducido grupo de españoles y de una coalición de pueblos indígenas, conquistó la ciudad de Tenochtitlán, poniendo fin al poderoso Imperio azteca. Acaso no se observa traición colectiva en esos grupos de nativos que apoyaron a Cortés.
Como todos los grandes conquistadores, Cortés no era un recién llegado a las Indias cuando emprendió la conquista del Imperio azteca. Unido a la historia de Cortés suena mucho la figura de la Malinche. Esta nativa de origen nahua, formó parte del botín de guerra que consistió en entrega a los españoles de veinte jóvenes nativas descendientes, entre las que se encontraba la que sería conocida como Malinche, o doña Marina, una doncella que dominaba varias lenguas indígenas y quien rápido dominó el castellano; importante para Cortés en sus designios. El conquistador tuvo con la Malinche a su hijo Martín, considerado el primer mestizo de la América continental.
En tiempos más reciente Robert Ford, se unió a la banda de Jesse James, pero luego lo asesinó de un tiro por la espalda. Ford fue señalado como traidor y cobarde. También, en esta estela de traidores y traiciones está la figura de Vidkun Quisling, quien traicionó a Noruega durante la Segunda Guerra Mundial. El 9 de abril de 1940, con la invasión alemana de Noruega en marcha, tomó el poder a través de un golpe de Estado apoyado por los nazis. Este apellido (Quisling), en Noruega es sinónimo de Traición.
En nuestro país, como en cualquier parte del mundo, también tenemos nuestras propias historias. Desde la traición a Urracá, pasando por Anayansi, algo parecido a la historia de la Malinche. Anayansi, originalmente llamada Luaía, era hija del cacique Careta, perteneciente a la etnia Cueva. Núñez de Balboa derrotó al cacique y lo llevó junto a su familia al poblado de Santa María La Antigua del Darién, donde era gobernador. Anayansi, era hija de Careta cacique de los Cueva entregó a Balboa en calidad de acompañante y esposa a su joven hija, cuyo nombre significa “llave de la felicidad” y parece haber abierto esa posibilidad al adelantado.
En historias más recientes de traición a la patria tenemos lo sucedido a Victoriano Lorenzo que provocó al final, su fusilamiento el 15 de mayo de 1903, en la Plaza de Francia, antigua ciudad de Chiriquí, hoy Casco Antiguo, corregimiento de San Felipe. El líder indígena y revolucionario fue condenado por un tribunal de guerra. Seguidamente, a raíz del movimiento Inquilinario de 1925, los inquilinos y otras personas se enfrentaron a la Policía Nacional. Rodolfo Chiari, decidió invocar el artículo 135 de la Constitución de 1904 y solicitó la intervención militar de Estados Unidos para sofocar las masas. Esta es otra traición que registra nuestra historia, como en efecto, fue también, lo sucedido cuando dirigentes de los movimientos de la Cruzada Civilista y posteriores gobernantes de la Ado Civilista solicitaron la invasión del 20 de diciembre de 1989.
Una intervención que en el trasfondo mantenía la idea de altos políticos norteamericanos como Donald Trump, los Bush, Chaines y otros de incumplir el Tratado Torrijos – Carter y continuar con un pie militar más allá del año 2,000, tal y como en este momento se dispone la actual administración norteamericana.
Para los traidores de estos tiempos debo recordarles y por tanto les anoto que la primera de las garantías fundamentales, consignada en el Artículo 17 de nuestra Constitución, dispone que, “las autoridades están instituidas para proteger en su vida, honra y bienes de los nacionales, donde quiera que se encuentren y de los extranjeros que estén bajo su jurisdicción, asegurar la efectividad de los derechos y deberes individuales y sociales y cumplir y hacer cumplir la Constitución y la ley”.
Traición es la falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener, mientras que, alta traición es cuando se permite por otro o la propia cometida contra la soberanía o contra el honor, la seguridad y la independencia del Estado. El artículo 425 del Código Penal, dice: “quien ejecute un acto para someter la República, en todo o en parte, a un Estado extranjero, aminorar su independencia o quebrantar su unidad e integridad será sancionado con prisión de quince a veinte años. Cuando la conducta descrita fuera realizada por un servidor público o a través de tratados, convenios o acuerdos celebrados para tales efectos, la pena será de veinte a treinta años”.
En Panamá, ahorita, está movida por una especie de tiranía traicionera interna que se somete a otra aún más poderosa, en lo que parece un designio que confluye en una especie de mezcla de Judas con Hitler. Por tanto, sería muy conveniente examinar la conducta de funcionarios gubernamentales, desde el más alto nivel y personas civiles fuera del servicio del Estado con influencia que promueven y se prestan para que fuerzas externas (extranjeras), sobre todo de Estados Unidos, estén tomando posición y espacios en nuestro país, sin que se haya dado la debida y pertinente información y mucho menos las obligadas y necesarias consultas al pueblo.
La intención de este artículo es para que se arrepientan, aquellos que en secreto y por su propio interés pecuniario, miedo e incluso por su naturaleza ideológica reaccionaria propia, intenten traicionar a la patria panameña.
Hubo un presidente, Arturo Illia, de la República Argentina que expresó: “No les tengo miedo a los de afuera que nos quieren comprar, sino a los de adentro que nos quieren vender”.
El autor es periodista, analista y escritor
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