Trilogía de cuentos cortos.       

Por Ramiro Guerra M. 

Primer cuento.   Doña Micconver, negra venida de Jamaica; estaba por cumplir los ochenta años. Por costumbre, antes de irse a dormir en la noche, se sentaba en el balcón, en su silla mecedora de mimbre, a mirar y observar hacia el cielo. Cuando el cansancio y el sueño comenzaban a presionarla, entraba a su cuarto a conciliarse con el sueño.

Una noche, no lo hizo; tocó las puertas de sus vecinos y compungida, anunciaba, que estábamos en la víspera de un nuevo velorio. Alguien de nosotros, no verá el amanecer; repetía y repetía lo mismo.  Acabo de ver la señal; un ave en vuelo raudo, acaba de pasar frente a mí y no solo eso, acabo de escuchar a una lechuza que, desde lo alto de una palma de pipas, emitió un sonido que erizaba la piel. No tengo, dudas, mañana uno de nosotros no estará con nosotros. Amaneció y que sorpresa, Pinduco, el perro y viejo compañero de doña Clementina, una solterona de toda la vida, falleció de un fulminante infarto. Fue un duro golpe, Clementina no llegó a ver el final del día.

Segundo cuento. Miss Brown, su oficio, vender bolsa de carbón.  Vivió sola. Cuentan sus vecinos, que cuando murió, dejó como herencia, un par de almohadas, en cuyo interior encontraron cientos de billetes de nominaciones de diez balboas. No dejó herederos; el municipio se hizo cargo de sus exequias y dinero.  Según la autopsia, su fallecimiento se debió a un grado extremo de desnutrición.

Tercer cuento. Regresó para contar, que el cielo y el paraíso, si existen.