Editorial
Los panameños estamos convocados a conducirnos con la más alta responsabilidad en este momento histórico porque de todo lo que hagamos tendremos que rendir cuentas delante de nuestro Padre celestial. Escrito está que, “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”.Desde hace mucho tiempo, más de la mitad de los panameños están condenados al abandono social, a no poder materializar sus sueños de vivir en dignidad, sin la amenaza de las carencias de lo esencial y tener que aceptar limosnas a cambio de sus conciencias para mantener un sistema que los atropella y los envilece.
Todo esto ocurre, mientras que una minoría en el país, se dedica a acumular y disfrutar riquezas mal habidas, mismas que, las roban en medio de una grosera, impresentable e insostenible corrupción que, intenta aparentar una democracia, realmente inexistente. Y a pesar de ello, nadie en el país, ha planteado ningún golpe de Estado ni nada parecido, sino que en el marco constitucional actual, podamos ponernos de acuerdo civilizadamente y reconstruir los fundamentos de una sociedad decente y respetuosa de la dignidad humana.
Ante esta triste realidad, no podemos, los cristianos, vivir de espaldas, como si se tratara de realidades de las que podemos eludir o desconocer.
A pesar de todo, en el país no se ha desbordado la violencia aún, a pesar de las propias acciones que desde el Estado se desarrollaron contra ciudadanos indefensos. En ese marco pacífico aún, debemos respaldar las acciones del debate en la mesa única del diálogo en Penonomé, y darle espacio y la asistencia necesaria, para que surja desde allí, el compromiso que nos permita realizar los cambios necesarios, para no seguir sustentando un régimen de injusticia absolutamente impresentable e inhumano.
No le tengamos miedo a enfrentar el problema, ni sus soluciones de fondo aun cuando ello conlleve; el parto de algo nuevo a través de la constituyente originaria, tengamos eso sí, gran temor de eludir la responsabilidad histórica y con ello convertirnos en tristes encubridores de la injusticia que impide a millones de nuestros compatriotas, la dignidad, el decoro y la decencia en esta patria nuestra que, nos regaló nuestro Señor y de la que tendremos que dar cuenta.
¡Así de sencilla es la cosa!
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