Por Ramiro Guerra M.
Abogado, escritor y cientista político.
Hay momentos de la vida extremadamente duros, difíciles que golpean el alma y al ser humano.
Viví la experiencia, de ver a mi hija, en la frontera del más allá.
Eran como la 1:00 pm de aquel día, me llama mi hermano Silvio Guerra M.
y me dice: Ramiro, Erika (Guerra) acaba de sufrir un accidente. A un escolta del ministro de seguridad de José Raúl Mulino, manejando su arma reglamentaria, se le salió un tiro y fue a parar a la parte inferior de su cabeza, le atravesó el cuello. Sentí que el cielo se me vino encima. Atolondrado corrí hacia urgencia del Santo Tomás. La duda un poquito que albergaba, se esfumó rápidamente.
Silvio, estando presente al igual que, los ministros de Gobierno y Justicia, Jorge Fábrega, su jefe, también el ministro de Seguridad José Raúl Mulino. Mi hermano, planteó trasladarla hacia un hospital privado. Los doctores dijeron que no. Si la movían, moriría. Yo estaba como ido. A manera de soliloquio, me decía, por qué a ella y no a mí.
Pidieron mi autorización para intervenirla. Entre llantos y balbuceos, dije que sí. Era una cirugía de alto riego. La espera fue para nunca acabar. Pasada algunas horas, los galenos dijeron, fue un éxito la operación; ni un órgano vital ha sido afectado. La bala hizo su recorrido por el cuello, y como Pedro por su casa la bala salió.
A renglón seguido me comunicaron que la entubaron y le indujeron un coma.
Nena, siempre allí conmigo, siempre allí; no perdíamos un día, todos los días allí con Erika. Pasado un mes, despertó. Lo primero que preguntó, fue por sus hijos Estrella y Ernesto.
Hay que vivir una experiencia como esa para desear no perder un hijo o una hija.
Me narró un sargento, que le dio los primeros auxilios que, en el recorrido hacia urgencia a mi hija Erika, periodista de profesión, le dio varios infartos y él que conocía algo de primero auxilios, logró mantenerla viva. Los coágulos de sangre en el cuello y el esófago, la ahogaban y él como pudo lograba sacarlos.
Pasado esos episodios, un brazo le quedó inmóvil. El ortopeda nos dijo que no volvería a recuperar la movilidad. Erika, es una mujer creyente. Pasados unos meses de terapia, regresamos donde el ortopeda y ella le dice, mire dr. y le movió el brazo. El especialista, nos dijo, estas son cosas de Dios.
Nunca olvidaré, a los dos ministro, Fábrega y Mulino, este último hoy presidente, que fueron muy responsables y solidarios. Mulino todos los días visitaba, a Erika en el hospital.
Hoy Erika, sigue laborando en ese ministerio de Justicia. Con algunas secuelas.
Cuando le dieron de alta, el entonces comandante del cuerpo de bombero, ordenó trasladarla a su casa en uno de sus vehículos.
Había reprimido mucho dolor. Cuando ví el carro alejarse, rompí en llanto. Nena, otra vez allí, consolándome y me decía ya todo pasó.
A mi hermano Silvio, a toda la familia y amigos, colegas periodistas que se mantuvieron solidarios, a los doctores y en especial al director Mayorga, sus amigos y colegas periodista de ella y mi señora Nena, nunca me dejaron solo en esos momentos difíciles de angustias y dolor que sienten los padres ante esa situación, a todos gracias, porque sus oraciones vencieron a la muerte.
Para Abba, Padre, a su hijo Jesucristo para ellos sea la honra y gloria, sin su ayuda no hubiese sido posible.
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