Por: Vitelio Vega
¡Un político honesto ganó las elecciones!
Esa exclamación me despertó del sueño.
No es verdad, eso no es posible; no es lógico ni realista.
¿Cómo puede un político honesto ganar unas elecciones?
Es tanta la frustración que no puedo seguir durmiendo y voy a tener que decir lo que la razón me impone.
Para empezar, un político honesto, nos diría en sus discursos que la planilla estatal no es para pagar por haber “caminado” con él o ella durante la campaña proselitista.
Nos diría que para tener hay que trabajar y que para mantener un país hay que pagar impuestos.
Que la eficiencia de las instituciones públicas sería elevada a los niveles de las empresas privadas con la consabida sentencia de minuto no trabajado, minuto no pagado.
Nos diría que muchas veces la realidad es que para tener un hospital hay que dejar de construir una escuela o viceversa.
Que para construir una carretera hay que expropiar.
Que hay que gobernar porque la mayoría así lo quiso, pero imponer el respeto protegiendo a las minorías. Al final todos aportan al erario público.
¿Habrá alguien lo suficientemente honesto que sin tener que poner la cara dura me conteste la siguiente pregunta?
¿Quién votaría por alguien que no nos haría el milagro esperado de hacernos las cosas fáciles?