Editorial

 

Apenas nos ha llegado una copia de la sentencia que ha elaborado la Juez del sonado caso New Business, y sometida a un rigoroso estudio de nuestros expertos, haremos llegar a nuestros lectores, nuestras consideraciones.

Innegable, la figura del expresidente Martinelli, levanta pasiones políticas.

Salió un fallo de culpable del expresidente. Sin embargo, sigue con el beneficio de la presunción de inocencia. Habrá que esperar el cómo se desenvuelve este proceso hasta que haga tránsito de cosa juzgada.

El tribunal habló con su fallo como manda la ley. Correcto o injusto el fallo, eso es opinión meta jurídica.  Ahora bien, el fallo de primera instancia se da en el marco de un escenario político electoral, donde seguro algunos se sentirán bien servidos políticamente y otros no.

Lo que sí, nos llama la atención, es que, siendo la corrupción un tema que raya en lo estructural y compromete especialmente a sectores de poder, se abocan a una cruzada para, convencernos que, la personificación, la cara de la corrupción es única y exclusivamente el expresidente Martinelli.

Ver a corruptos criticar la corrupción, es propio de gente sin escrúpulo y de cinismo inaudito y eso en el día de hoy ha sido proverbial.

La justicia politizada, no es un asunto o harina de otro costal.  Es parte fundamental de la corrupción de un Estado moribundo, que está trémulo, herido en sus instituciones, incluyendo a las judiciales, en la que es común ver condenados a los hijos de la cocinera, mientras que los hijos de la oligarquía siempre encuentran un burladero para escaparse de la justicia, que no solo, no está ciega, sino con los ojos abiertos, dispuesta a deleitarse con los que puedan pagarle sus deseos de embriagarse con el cáliz del soborno y el cohecho.

En el caso de El Periódico, seremos verticales, en la lucha por el rescate de la función judicial independiente, imparcial e impartial, que se procese a todos los involucrados en los actos de corrupción y también, al exigir el respeto de la presunción de inocencia y no como lo hacen las grandes corporaciones de comunicación que representan y protegen al poder fáctico en Panamá, que dan como un hecho el final de este caso.

Nosotros no somos como aquel pastor de ovejas que se puso en cuatro a seguirlas a ellas, donde sus deseos las llevaran, sino que, sabemos que hemos sido llamados a guiarlas que no a seguirlas. Ese es el deber de cualquier medio que quiera servir a su pueblo y a su patria, y no solo a las panzas y carteras de los que le han robado al pueblo su digno destino.

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