Por Ramiro Guerra M.
La última vez que estuve con ella, vi en sus ojos que la muerte acechaba. Me despedí consciente que sus días estaban contados. Sus ojos brillaban y de ellos brotaban lágrimas que tenían forma de perlas brillantes.Semanas pasaron. Una madrugada, la vi frente a mi cama. Vino a decirme que había llegado la hora de su partida. En cuestión de segundo vi su silueta desaparecer.
En cuestión de segundo sonó el teléfono. Sabía de donde me llamaban y para qué. Ramiro, me respondió del otro lado de la línea, se fue Delfina.
Esa madrugada de mis ojos brotaba un riachuelo de lágrimas.
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