Por: Isis Jaén
Suena descabellado, ¿no?
Oremos al Dios Todopoderoso, para que, los grandes intereses que se mueven detrás de las elecciones de mayo próximo, no obnubilen a los actores y nos sometan a la irresponsabilidad de introducirnos en los niveles de violencia, de la cual sabemos cómo puede iniciar, pero no cómo salir de ello, como nos lo ejemplifican realidades de los vecinos, lastrados por muchos años de violencia y todavía no encuentran la paz definitiva.
Veamos lo que nos dicen la historia y las estadísticas. Diligentemente me fui a Google, cual niña de primaria, y me encuentro con que los candidatos a presidente asesinados son tantos que hasta están clasificados por orden alfabético.
Y entramos en el terreno de la especulación y la certeza. Somos un país pequeño estratégicamente importante. Al estar tan convulsionado el mundo y la paz tan frágil, tener un presidente panameño títere es una ventaja.
Todos los candidatos vivos y avivatos que tiene la República de Panamá parecen tener una flexibilidad en sus miembros, sobre todo en la espalda, que le darían envidia al famoso héroe de los antiguos «comics»: El hombre elástico.
Chanzas aparte, aquí hay varios candidatos, pero dos conciencias. Está la conciencia que sirve a los millonarios de siempre y la alternativa con la que jamás han negociado.
Los cinco reales gobernantes de este país se sentaron a la mesa y jugaron a las cartas. Repartieron apoyo económico a sus favoritos y los posibles, por si acaso, y comenzaron su propio plan de gobierno ajustable a quien pueda ganar. Hasta los nombres de los posibles ministros y asesores están en el tintero. Ellos no improvisan, no dejan nada al azar.
Miran a la población con lupas, como si fuéramos pequeños insectos y comienzan a jugar a ser dios. !Y se los hemos permitido! No hemos tenido la capacidad de hacerle ver a tu pariente, colega, amigo o vecino cuál es el juego y cómo se juega.
Entender el juego es una cosa, satisfacer necesidades apremiantes es algo distinto.
Todos aquellos que gritamos por democracia y juego limpio, no hemos entendido como juegan ellos. Ellos tienen algo que nosotros no: Dinero. Y sí, ya sé que los románticos dirán que nosotros tenemos algo más poderoso: El voto. Pero ¿Saben qué? El dinero es el perro pastor que hace que las ovejas vayan en x ó y dirección.
Pero volvamos al título de nuestro artículo de hoy. Sólo hay dos motivos para mandar a matar a un candidato a presidente, las luchas económicas y de poder internas o las incertezas internacionales. En pocas palabras, o lo mata un local o lo manda a matar un gobierno extranjero.
Y antes que alguien me tilde de exagerada, recordemos a los funcionarios que han sido asesinados recientemente. Que yo sepa, ninguno se murió de la risa. ¿Eran candidatos? Fíjense que varios sí, porque eran empleados públicos con jugosos salarios y supongo que por algún proceso de selección tuvieron que pasar. Ahora bien, ¿Fue su vida pública o privada la que hizo que los asesinaran? No lo sabemos y precisamente allí está el problema. Existe la capacidad de quitar la vida a alguien incómodo y quedar impune.
Aquellos que ostentan ese poder tienen el destino del país en sus manos a no ser que sus posibles víctimas miren su vida pasar ante sus ojos cuando les digan: Te haré una oferta que no podrás rechazar